El régimen comunista cubano sigue cobrando vidas: muere el preso político Gerardo Díaz Alonso, encarcelado por protestar en las históricas manifestaciones del 11J
El régimen comunista de Cuba continúa cobrando vidas, esta vez con la trágica muerte del preso político Gerardo Díaz Alonso, quien falleció a los 35 años en la prisión de alta seguridad de Canaleta, en Ciego de Ávila. Díaz Alonso, padre de dos hijos, fue condenado a 14 años de prisión por su participación en las históricas manifestaciones del 11 de julio de 2021 (11J), una de las protestas más significativas contra el gobierno cubano en décadas. Su muerte, ocurrida por un infarto, se ha convertido en un triste símbolo de las condiciones inhumanas en las cárceles del régimen.
Según fuentes cercanas a la familia y organizaciones de derechos humanos, Díaz Alonso llevaba meses sufriendo un deterioro físico que no fue atendido adecuadamente por las autoridades penitenciarias. Su muerte pone en evidencia la falta de atención médica y las precarias condiciones a las que son sometidos los prisioneros políticos en Cuba. Las denuncias de tortura psicológica y física dentro de los penales son frecuentes, y muchos consideran que el maltrato deliberado es parte de una estrategia de represión contra aquellos que se atreven a desafiar al régimen.
Con la muerte de Díaz Alonso, el número de fallecidos bajo custodia del Estado cubano asciende a 56 en los últimos dos años, según informes de organismos internacionales. Estas muertes no solo reflejan la dureza del sistema penitenciario cubano, sino también el clima de represión que se extiende más allá de las calles y se infiltra en las celdas de todo el país. La falta de justicia, transparencia y derechos humanos convierte a las cárceles cubanas en lugares donde la vida de los opositores corre constante peligro.
Gerardo Díaz Alonso era uno de los cientos de manifestantes arrestados tras las protestas del 11J, que se convirtieron en un grito popular contra la crisis económica, la falta de libertades y la gestión de la pandemia en la isla. Las protestas fueron aplastadas violentamente, y desde entonces, muchos de los detenidos han sido sometidos a largos procesos judiciales con penas desproporcionadas, lo que ha sido ampliamente criticado por la comunidad internacional.
La muerte de Díaz Alonso es un nuevo recordatorio del alto costo que paga la disidencia en Cuba. A medida que aumentan las denuncias sobre el trato inhumano en las prisiones y las constantes violaciones de derechos humanos, crece también la indignación entre los cubanos y en el exterior. Sin embargo, la represión parece lejos de cesar bajo el régimen comunista, que sigue utilizando el encarcelamiento y el maltrato como herramientas para sofocar cualquier intento de cambio.