El alquiler de un piso de 80-90 m2 en muchas ciudades de España equivale al salario más frecuente
El acceso a la vivienda en España se ha convertido en un auténtico desafío para la juventud, que ve cómo sus posibilidades de independencia se esfuman ante los desorbitados precios del alquiler. El coste medio de un piso de 80-90 metros cuadrados en muchas ciudades del país equivale prácticamente al salario más frecuente, una situación insostenible que está provocando una creciente indignación entre los jóvenes. A diferencia de las generaciones anteriores, que en los años 80 y 90 podían adquirir una vivienda por precios mucho más accesibles, las actuales generaciones están atrapadas en un mercado inmobiliario que parece diseñado para excluirlas.
La comparación con la situación que vivieron los llamados “boomers” no hace más que aumentar la frustración. En décadas pasadas, la compra de una vivienda era una meta alcanzable con sueldos razonables, y muchos lograron adquirir inmuebles a precios que hoy resultarían irrisorios. Sin embargo, las nuevas generaciones enfrentan no solo alquileres que devoran sus ingresos, sino también una inflación en los precios de venta de viviendas que hace casi imposible pensar en la compra de una propiedad. La brecha intergeneracional es cada vez más evidente, y los jóvenes sienten que el sistema actual les ha arrebatado su futuro.
Esta situación no es solo una cuestión económica, sino también social. Los jóvenes no pueden planificar su vida con estabilidad, retrasando decisiones fundamentales como la emancipación o la formación de una familia debido a la precariedad que supone destinar la mayor parte de sus ingresos a un alquiler. Mientras tanto, las políticas públicas parecen ser incapaces de ofrecer soluciones efectivas que faciliten el acceso a una vivienda digna, lo que alimenta la sensación de que las instituciones han abandonado a las nuevas generaciones.
En definitiva, lo que está ocurriendo en el mercado inmobiliario español es una auténtica vergüenza nacional. Los jóvenes ven cómo sus oportunidades de prosperar son cada vez más limitadas, mientras que quienes vivieron la bonanza inmobiliaria de décadas pasadas se benefician de un sistema que ha fallado en proteger a las nuevas generaciones. ¡Nos lo han robado todo! Y la indignación sigue creciendo ante la falta de medidas reales para corregir esta profunda injusticia.