“Cuando la lucecita se pone roja” – José Miguel Ruiz Valls
- La opinión de José Miguel Ruiz Valls, colaborador habitual de euskalnews.com
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CUANDO LA LUCECITA SE PONE ROJA
Recuerdo que, hace muchos años, vi una película de ciencia-ficción que me dejó bastante perturbado. Se llamaba “La Fuga de Logan”. Ganó un montón de premios, entre ellos un Oscar a los mejores efectos especiales, aunque lo cierto es que hoy nos parecerían un tanto anticuados. Apuesto a que, si alguien se atreviera a hacer un “remake” con efectos modernos, se haría de oro. ¿No es curioso que, en esta época tan pobre de ideas, en la que se versiona cualquier bodrio, nadie se atreva?
La película nos presenta una aséptica sociedad futura que vive aislada en el interior de una ciudad-cúpula, gobernada por un superordenador. El hecho de que el espacio sea limitado, ocasiona un problema demográfico que se resuelve de una manera muy sencilla: A todos los ciudadanos se les implanta, al nacer, un pequeño chip-rejoj-calendario. Mientras el microchip emite destellos verdes, no hay porqué preocuparse. Es al cumplir 30 años cuando la lucecita se vuelve roja y eso indica que ya eres viejo y debes ir al “Carrousel”, que es una especie de anfiteatro en el que se escenifica la creencia de aquella gente en una segunda vida. La idea es que los ciudadanos ejemplares (Los que cumplen fielmente las normas) pueden “renovarse” allí, traspasando su conciencia a un recién nacido.
La mayoría de ciudadanos aceptan tal creencia, sin cuestionarla, y acuden voluntariamente, tan pronto son llamados por la inexpresiva voz del ordenador: “Los nacidos en Capricornio cinco, entrad al Carrousel”. Allí, la “inteligente máquina” los “fríe” con una potente descarga eléctrica (Más o menos como esas lámparas anti-insectos cuyos chasquidos me siguen causando escalofríos). La mayoría del público que llena las gradas del anfiteatro aplaude. Unos pocos, sin embargo, cuestionan la “eficacia” de la “renovación” -¿No es curioso que no hayamos conocido nunca a ningún renovado?- se preguntan.
Perturbado por esta distopía covidiana que nunca imaginé vivir, no puedo evitar percibir cierto parecido entre la inexpresiva voz de aquel ordenador y la del “sanitarie” que me llamó hace unos días: -Tiene usted cita para vacunarse mañana- Me dijo. Como tampoco puedo evitar ver cierto paralelismo entre las colas que se formaban ante la entrada del Carrousel y las que se forman ante la puerta del “vacunódromo”. Perdonad que no os cuente el final de la historia. No me gusta hacer “spoilers”. Aunque si os diré que tiene que ver con que Logan, que es uno de los policías que se encargan de “freír” a los que se resisten a entrar en el Carrousel, se resiste a entrar, cuando su lucecita se pone roja.